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Editoriales

De géneros y generados

P. José Alvarez
Presidente del CONSUDEC

Ante la preocupación que traen los nuevos proyectos sobre la modificación de la ley nacional 26.206,  sobre la Educación Sexual Integral me gustaría contribuir con algunas reflexiones sobre el tema.

Quisiera diferenciar la problemática de política educativa generada en la actualidad, de la pastoral eclesial y por lo tanto de las acciones de la Escuela Católica.

La problemática de política educativa pone en este momento en tela de juicio el derecho de los padres, ya sostenido en tratados internacionales, de decidir el tipo de educación que desean para sus hijos según sus propias convicciones morales o religiosas. La escuela Católica tiene un ideario,  valorado por el padre y decide enviar allí a sus hijos porque está de acuerdo con ese tipo de propuesta educativa plasmada en dicho ideario.  Al Estado le compete garantizar distintas propuestas educativas para que los padres puedan elegir. Si hubiese una única propuesta para todos, esto no permitiría  la elección y por lo tanto avasallaría la libertad de Educación y el derecho de los padres sobre sus hijos menores de edad. En una sociedad democrática y pluriforme las leyes deben promover y garantizar los derechos de todos y sus distintas convicciones. No es necesario un enfrentamiento, cuando la democracia se vuelve adulta, simplemente nos abrimos a los derechos y libertades de todos, aún de las minorías. La tolerancia mutua en un clima de diálogo comprensivo.

Con respecto a la pastoral debemos trabajar mucho en cuanto a asumir en la escuela católica la provocación del cambio cultural de nuestra sociedad, una sociedad que viene de batallas de identidad, de un olvido de ser hijos amados  por Otro que nos hace nuevos en cada momento de nuestra vida. Hoy necesitamos que la escuela católica no se cierre dando la posibilidad de esconder bajo un régimen de hipocresía la realidad que golpea a nuestra puerta. Nos encontramos frente a un desafío que nos provoca:  la realidad de una cultura, o anti-cultura, que se propone como una manera de expresar una plenitud humana a través de determinado modo de concebir las relaciones humanas y sexuales, tanto en la hétero, como en la homosexualidad.

La Iglesia , y por lo tanto la escuela católica, hoy tiene el desafío de acompañar a la gente en un camino real de conversión, donde verificar paso a paso en la experiencia de la vida, que la promesa de Cristo del ciento por uno, de un reino de los cielos en la tierra es posible y verdadero. Por tanto el remedio no debería centralizar esfuerzos en simplemente defender la doctrina correcta, o poseer la verdad y decirla. Sino en proclamar a Cristo, presente en la vida de los hombres, Cristo amigo y cercano que no abandona al hombre en la búsqueda de plenitud de vida, no lo deja solo. La escuela es hospital de campaña que recibe al hombre cómo es y cómo viene, es un don y le da la posibilidad de una experiencia verificada,  de una vida que vale la pena ser vivida. Esto no se realiza sino en un camino de entusiasmo y fascinación y en la dramaticidad de la fragilidad humana, un camino con vértigo y serenidad, con euforia y debilidad, pero a través del cual paso a paso se va verificando que sin esta presencia amiga la vida no se puede sostener.

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