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Editoriales

Cristo ¿vale la pena?

P. José Alvarez
Presidente del CONSUDEC

Al separar los valores de la energía religiosa que les dio origen, se intentó transformar la relación entre las personas en una serie de criterios evidentes a todos sin la implicancia de las religiones como necesarias para sobrevivir en medio de estas relaciones humanas. Asi han logrado que caigan las razones que sostengan las evidencias para  que esos criterios universales se sostengan en el tiempo. El derecho a la vida, el respeto por el otro, por lo ajeno, no se sostienen razonablemente. El hombre de hoy necesita razones más verdaderas que las que sostienen los valores que queremos transmitir ya que solos no se bastan, no son evidentes para todos, no sostienen con energía el afecto del corazón del hombre. Los remedios son inadecuados cuando intentamos solucionarlos con mas leyes o normas morales, reglamentos o  con códigos de convivencia que tengan por escrito lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer, o cuando pensamos que con una insistencia en el dogma, puede solucionar el problema, mas catequesis, mas doctrina, mas charlas. Creemos que más clases de educación sexual pueden provocar que los chicos no hagan lo que no deben o no se expongan a determinados peligros. Damos charlas y buenos consejos y pensamos que con eso solucionamos el problema, nos sacamos la responsabilidad de nuestros hombros. Estamos poniendo remedios inadecuados, estamos poniendo paños fríos a los síntomas pero no estamos resolviendo los problemas.

Que hayan caído las evidencias significa que aquellos valores que fueron el fundamento de las relaciones de la sociedad occidental hoy no son evidentes. Hoy no es que todo el mundo los acepta igual. Si nosotros en la escuela católica seguimos insistiendo en normas y doctrina para sostener esos valores que no son evidentes para todos, nos estamos refugiando en el formalismo, algo así como el fariseísmo en tiempo de los apóstoles. (Atan pesadas cargas sobre el hombro de los demás que ellos no son capaces de soportar).Una vida hipócrita. Que educa en la hipocresía.

La educación necesita ser salvada, nosotros necesitamos ser salvados, ¿qué significa para nosotros ser salvados?

Que necesito que alguien irrumpa en mi vida con la misma capacidad y energía con la que irrumpió en aquellos tiempos cuando quien descubría su presencia en el horizonte de su mirada despertaban con el deseo de estar con Él, cuando dejaban todo para estar con Él, porque era bello, porque era sorprendente, porque era fascinante. Estar junto a esa Presencia que transformaba tu mirada delante de tu mujer, delante de tus hijos, delante de tus amigos, delante del mundo, surgía en ellos el deseo de querer estar siempre ahí. La necesidad de ser

Salvado consiste en la conciencia de que me falta algo, algo que no tengo, que no me lo puedo dar yo, algo que tiene que venir de afuera, que me lo tiene que dar Otro, y algo que tengo que pedir. Jesucristo vino al mundo después de años de espera del corazón de un pueblo que aguardaba la liberación un salvador.

Cada uno tiene una idea de salvación, muchos pensaban que había que ser liberados de la esclavitud política del Imperio. Pero algo tiene que suceder en la vida para que la vida cambiara y empiece algo nuevo. Esta es la conciencia de la necesidad de ser salvado, saber que algo me tiene que pasar, pedir que algo me pase, no dejar que transcurra la vida escurriéndose entre nuestras manos sin que nuestro corazón grite, pida que suceda, que esté, que algo irrumpa en nuestra vida y la vuelva fascinante,  este es el grito con el que nuestro corazón pide a Cristo. Si no tenemos conciencia de nuestra necesidad en cada instante de nuestra vida,  pueden pasarnos cosas maravillosas pero no serán más que meras casualidades sin sentido, sin contenido, sin atractivo, pasarán desapercibidas, sin conciencia y no tendremos nada que comunicar, que llevar, que transmitir, personas decepcionadas con la vida que quieren imponer pesadas cargas sobre el hombro de los demás y que no cautivan a nadie, no entusiasman a nadie, cuantos jóvenes delante de los que nos paramos todos los días tienen ganas de tener una vida como la nuestra, y nosotros a cuantos se la desearíamos. Les gustaría a ellos vivir la vida feliz, alegre, con la mirada atenta, apasionada, que tenemos nosotros. No  hay nada más bello que la conciencia de uno mismo, de la necesidad de uno mismo. Nosotros que creemos que la educación consiste en lograr personas que no necesiten más nada, no nos damos cuenta que la esencia del ser humano es ser necesitados. Soy necesitado, y esto no es malo. Ser necesitado está en la raíz de mi humanidad. Es esa humanidad nuestra, a veces  dormida, a veces distraída pero muchas veces aburrida, la que nos habla de que necesitamos ser salvados, para salir de este aburrimiento muchas veces nos ahogamos en un sinfín de actividades, pero en el fondo el activismo no nos rescata, no nos salva, no responde a la verdadera necesidad, el aburrimiento o la nostalgia que irrumpe en nuestra vida hablan  de que estamos hechos para ese “algo más” que no acabamos de definir en nuestra vida, pero que no lo tenemos, no lo experimentamos presente, no somos conscientes de esa presencia capaz de arrancarnos de ese amigo nuestro que nos grita que no estamos poniendo los ojos en lo verdadero, que estamos hechos para otra cosa que ahora no tienes, para más , ese amigo nuestro es el aburrimiento, que junto con la nostalgia que nos señala una ausencia en nuestra vida, algo que no tenemos y que no sabemos encontrar, la nostalgia nos invade con su sensación de soledad pero que es una invitación a pedirlo a Él , a pedirlo Todo. ¿Qué es eso que me falta? ¿En qué consiste? ¿Dónde está? ¿Es posible vivir de otra manera?, ¿No estaré viejo? ¿No será tarde?¿Deberé sostener mi vida así en la inercia hasta que se acabe, o hay algo más?

Sin embargo Jesucristo está como presencia en la vida de los hombres hoy, como compañero en las vicisitudes de la vida, del drama de nuestra existencia, porque la vida no es algo tranquilo sino una gran aventura, en la que no estamos solos, Él es una presencia que reconocer, no es un recuerdo del pasado, ni un sentimiento íntimo, hoy no se le acabó a Cristo el atractivo capaz de imantar el corazón del hombre.

Nuestro corazón está hecho de infinito, tiene necesidad de Infinito. Serás grande cuando te involucres con la realidad y descubras que la vida es maravillosa, serás grande cuando tu corazón descubra la maravilla que tiene delante de sus ojos, serás grande cuando te dejes sorprender por la realidad y no pretendas una vida segura donde nada vulnere lo que vos entendiste que tenías que hacer y cómo debían suceder las cosas.

¿Por qué nos fastidiamos tanto con el imprevisto? Si el imprevisto es aquello que vuelve la vida interesante. Nos resistimos a adaptarnos a una realidad nueva, distinta, que se introduce por un factor que se introduce y me da vuelta todo. Esto lejos de atraer nuestra atención encontrando un significado hace prevalecer el fastidio, el enojo. Nos enojamos porque la realidad responde al plan de Otro y no al mío. Sin embargo en el imprevisto es donde deberemos hacer las cuentas con el deseo de mi corazón y el Misterio que envuelve todas las cosas, que las sigue generando, y que se dice a sí mismo amigo del hombre, es en la realidad donde debemos reclamar a Cristo que me dé razones de adhesión. Cristo es un imprevisto que no te deja tranquilo con la vida. Fue un imprevisto cuando el Ángel le anunció a María que sería madre. Fue un imprevisto cuando llamó a los pescadores, fue un imprevisto para Natanaél cuando le dijo que lo vio bajo la higuera. Cuando vos pensabas que no había nada Él estaba ahí.

Cristo es una invitación a abrazar la ternura de Dios por el hombre en una realidad concreta de su vida.

El Cristianismo en occidente tiene hoy una oportunidad, frente al intento de encontrar una solución a las relaciones entre los hombres después de la caída del discurso sobre los valores como evidencias. Occidente busca fundamentos para que subsista una sociedad dentro de límites correctos y de libertades, las opciones que se dan como respuestas hasta ahora son, normas nuevas, más preceptos, más reglamentos, más murallas para no molestarnos unos a otros, más rejas, más rigidez en los castigos, más doctrina.  Por ninguna de estas cosas el hombre cambia, cambia porque alguien responde a su verdadera necesidad humana. El Papa Francisco insiste en que tenemos que volver a humanizar la educación. No significa solo hacer gestos humanitarios, significa volver a recuperar en la comunidad educativa la verdadera necesidad humana. Necesitamos docentes con una humanidad despierta, viva, arriesgada que no tengan miedo a que les sucedan cosas y que permitan que las cosas sucedan, que no se defiendan de la realidad imprevisible, que tengan el coraje de enfrentar la vida y que sean capaces de despertar en los otros humanidades fascinantes, humanidades nuevas en las que Cristo pueda ser una respuesta verdadera.

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