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Editoriales

La misericordia que educa

P. José Alvarez
Presidente del CONSUDEC

Educar es un acto de misericordia, porque lleva adentro un gesto esencial de la educación que es el amor. Un amor que educa. Un amor que educa con la mirada. Recuerdo a Jesús con el joven rico. “lo miró y lo amo” o esa mirada a Zaqueo que lo hizo bajar del árbol y correr a su casa a preparar una comida e invitar a sus amigos para conocer a uno que  tuvo un gesto de amor con él , que no lo merecía.

Educar es un acto de amor que tiene el límite de la libertad el educando. No pone condiciones para amarlo. Lo amó como es, lo amó donde estaba y como estaba . El joven rico convencionalmente en nuestras escuelas hubiese sido el que cumple, el que estudia, el abanderado o el del cuadro de honor, pero su libertad no  tenía la energía para un paso mas, el riesgo de volverse pobre y libre no pudo con él, estaba preso de sus logros, aunque su pregunta lo delata, el sabía que faltaba algo mas, ¿Qué tengo que hacer para ganar la vida Eterna. Sin embargo cuantos nos sentiríamos satisfechos con un alumno así. Educar es un acto de misericordia que requiere del educador un amor que ofrece al educando una plenitud de vida que no basta con el orden, el cumplimiento, la prolijidad. Porque el corazón del hombre necesita mucho mas. El joven rico se fue triste.

Zaqueo, el desprolijo, el malviviente, el que se juntaba con los pecadores, ese con el que no nos gustaría ver al lado de nuestros hijos, ante la mirada amorosa, ante la propuesta de amistad, de perdón se transformó, esa propuesta de mas ante el astío de una vida confortable pero sin perdón lo venció.

Nuestras propuestas educativas deben ir acompañando estos gestos evangélicos, una propuesta que ama al otro y lo mira según su destino, el otro es también hijo de Dios. Tiene la oportunidad de vivir a fondo. Palpitando por aquello mismo que a nosotros nos hace palpitar.

Educar es un acto de misericordia porque a cada uno le propone Todo. Ese Todo es aquello por lo que la vida vale la pena, por lo que sin Él, sin su oportunidad de algo más que hace vivir el vértigo de la libertad la vida se torna aburrimiento, vacio , tristeza.

El amor es la energía que cambia al otro. No es la sonrisa de azafata, es un interés verdadero por la persona del otro. Un mirarlo como lo mira nuestro Padre. Con la alegría de la gratuidad.

Cuantas veces necesitamos de este amor gratuito en nuestras escuelas. Gratuito, no te doy nada a cambio, solo la posibilidad de que seas vos mismo.

Hemos deformado el instrumento de educar que es el amor, y los suplimos por exigencias que hacen la vida fastidiosa a nuestros alumnos, generalizaciones que no tienen en cuenta las posibilidades y límites de cada uno, las ofertas de premios, consideraciones, honores o calificaciones que crean discordia, celos envidias, y marginación. Que lejos estos criterios de un amor verdadero en el que cada uno tiene su oportunidad según sus capacidades y donde cada uno puede estar feliz con los dones que Dios le dio y plenificarlos según su capacidad y sus tiempos, donde los maestros descubren un desafío en cada límite de sus alumnos y no un fastidio, donde miramos al otro como lo mira Dios.

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