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Editoriales

Ser salvados

P. José Alvarez
Presidente del CONSUDEC

Ante la diversidad de infinitas ofertas para atraer las energías del hombre, para adormecerlas, o para destruirlas, el gran desafío que tenemos educativamente hoy es plantearnos donde y como se encuentra “aquello” capaz de contener la posibilidad de ir al corazón del hombre con una propuesta que valga la pena, que regenere y que provoque de manera que podamos aferrarnos a éste y vivir una vida nueva, intensa llena de vértigo y sorpresa.

Ante el vacío, la distracción, la apatía, es desánimo, la tristeza, la nostalgia, los miedos, que caracteriza la situación de nuestros alumnos hoy, nos urge estar atentos las verdaderas necesidades del corazón del hombre. Pues nada mejor que reconocer entonces la verdad de nosotros mismos, la seriedad con que miramos nuestras necesidades.

¿De qué están hechas? Descubrir de qué está hecho aquello por lo que cada día me levanto, trabajo, estudio. La seriedad con que me trato y tomo conciencia de mí mismo es fundamental en el camino de la búsqueda de una respuesta verdadera.

Un día me encontré frente a veinticinco chicos en el aula de una facultad a los que tenía que transmitirles que Jesús vino a salvarlos. Noté en un primer momento lo inadecuado que era yo para poder comunicar esto a mis alumnos de edades de 20 a 25 años. Parecía que no necesitaban ser salvados de nada, por lo menos no tenían necesidad por el momento de una salvación de ultratumba pues veían la muerte como algo lejano y las necesidades del presente eran otras, a las que no parecía que tengan que ver con una salvación del alma.

Sin embargo tuve que hacer un ejercicio de conocimiento, es decir de hacer consiente en mí que es lo que significa para mi vida ser salvado por Cristo. Y descubrir que ellos tenían un corazón como el mío. Si Cristo es una necesidad para mi vida también lo debía ser para la vida de ellos.

Había que despertar en sus corazones esas mismas necesidades a las que Cristo viene a responder. Esto tiene que ver con el deseo, con una vida plena, llena de novedad, que me explique el significado de mis fracasos, de mis tristezas y de mis llantos secretos, que los pueda mirar a los ojos, sin miedo porque todo es para mi, todo esta hecho para una positividad, donde la vida se transforma en una aventura cotidiana, llena de vértigo y de sorpresas. ¿ Qué ocurre lo que yo no sabía que podía pasar y por lo tanto , no lo preveía?, se vuelve más interesante, surge la necesidad de una atención más esmerada de la inteligencia y del corazón para penetrar dentro de las circunstancias y dejarme desafiar, donde necesito encontrar el rostro, de un Amigo, que me muestra en su vida, que la traición, la soledad, el abandono de los seres queridos, de aquellos por los que diste todo, es ocasión para agrandar, para dilatar la dimensión de la vida. Ser salvado tiene que ver con descubrir de que está hecha la vida, o mejor dicho quien es mi vida, para que la vida valga la pena, para que todo tenga un sentido positivo, porque todo me ayuda a crecer y crezco no porque me imagino en mi cabeza que crezco, o que esto puede ser bueno aunque tenga un rostro horrible sino porque me veo más grande, mas capaz de mirar diferente a las personas, de verme yo distinto, en mi modo de comprender, de hacer, de pararme ante la realidad, ante las personas, me reconozco mas crecido.

Necesitamos ser salvados, si, necesitamos de un Salvador, para que la vida sea Vida. Es precisamente en el reconocer al otro como otro igual a mí, ser serio con las necesidades que ni siquiera él es consciente que las tiene o no reconocen de qué están hechas, necesitamos un maestro, que no tenga temor de ser discípulo, alguien que se mire como es tratado, y educado y proponga a los demás lo que a él lo fascina en la vida. Un discípulo misionero.

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