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Novedades

Conversaciones con mi maestra

Matías, un inquieto estudiante de Educación, y Casilda, una profesora universitaria de 65 años recién jubilada, se embarcan juntos en un entretenido diálogo, plasmado en el nuevo libro de Catherine L Ecuyer, autora e investigadora, doctora en Educación y Psicología.

En “Conversaciones con mi maestra”, Catherine L Ecuyer aborda y reflexiona acerca de los grandes temas de la educación a través de un entretenido diálogo entre un estudiante y una profesora jubilada: las ganas de saber y la experiencia vivida, permiten a la autora repasar las corrientes pedagógicas que nos han llevado hasta la educación actual, desmontar mitos largamente asumidos y contestar tantas preguntas que padres, educadores y políticos se formulan en sucesivos debates sobre leyes educativas.

“En educación, no existe un método perfecto acorde para todos los colegios, ni para los niños, o las familias” expresa esta autora, por eso “lo que hice en este libro fue explicar en qué consisten los tres métodos más usados para educar hoy, y cuáles son las corrientes filosóficas que lo sustentan”.

L Ecuyer señala que hay un dilema imaginario y mal planteado entre la “nueva” educación” y la más “tradicional”.  “Aprender a aprender, aprender haciendo, el aula invertida… ¿Son realmente nuevas estas tendencias en educación?” interroga.

La Educación Nueva nace en el siglo XIX, como reacción frente a la educación antigua que asociaba bondad con inmovilidad y maldad con movimiento; y lo hace defendiendo la importancia del movimiento, para que el aprendizaje sea activo. Es importante que el alumno haga suyo lo aprendido, por supuesto, pero el problema de esa propuesta es que no contempla la actividad interna, fruto de la atención sostenida y de la concentración. Tampoco contempla la finalidad y el propósito; cae en una especie de activismo pedagógico que culmina en la idea de que el niño ha de andar todo el día “entusiasmado” para poder aprender. Por eso, es una corriente que le va como un guante a la industria tecnológica.

 De acuerdo con las nuevas tendencias, el niño lleva en sí la semilla de su propio aprendizaje, y debe “construirlo” al margen del maestro: Internet es la herramienta perfecta para llevar a cabo esa tarea. Por lo tanto, si nos encontramos en la corriente romántica-idealista, la tecnología tiende a tener un papel central. De acuerdo con la corriente conductista, es preciso estimular desde fuera para reforzar o condicionar el aprendizaje. Pero yo me ubico en una tercera opción, la realista-clásica, según la cual la realidad no se construye, sino que se descubre de forma personal y participante, a través de la mediación de un educador que transmite con pasión su materia. En ese caso, la introducción de la tecnología debería atrasarse al máximo, cuando el alumno tiene el contexto que le permite navegar sin perderse en el mar de información que es Internet, y cuando ha desarrollado las virtudes para poder usar esas herramientas con sentido.

 Matías, protagonista del libro, pregunta si los niños prestan menos atención porque están sobre estimulados, o si necesitamos sobre estimularlos porque no prestan atención.

La mentalidad antigua, conductista, nos lleva a ver al alumno como un ente pasivo, un cubo vacío que el educador debe llenar. Para este educador, el niño solo aprende a base de bombardeo de información y de estímulos porque no cuenta con el deseo de conocer, con el asombro. Ahora bien, cuando sobre estimulamos a un niño con montajes tecnológicos o con estímulos estridentes, le embotamos e interferimos con ese deseo. Aprender es un proceso lento y complejo: desconfíen de todos los métodos que venden un aprendizaje “fácil y acelerado”.

Se habla mucho de fomentar las competencias emocionales en los niños

Las emociones y la afectividad intervienen en el aprendizaje porque somos seres racionales y sensibles. Pero hay que tener cuidado con la moda actual que consiste en utilizar la emoción en las aulas como un catalizador de la motivación; emocionar para que el niño esté entusiasmado todo el día. Plantear la emoción como una palanca de condicionamiento no es educación sino adiestramiento.

 Casilda, la protagonista de su libro, se distancia de la idea de que la escuela deba centrarse en preparar al alumno para su futuro profesional. ¿Por qué?

 La escuela y la universidad no pueden reducirse a agencias de preparación técnica y de colocación para el mundo laboral. A veces se convierte la educación en un adiestramiento en competencias técnicas con el único fin de mejorar los indicadores de empleabilidad. Pero, los colegios y las universidades son templos del saber; en ellos nos formamos como personas, aprendemos de dónde venimos y comprendemos mejor el origen y las leyes del mundo en el que vivimos. Aprendemos a pensar por nosotros mismos, a apreciar la dimensión estética, la belleza… Aprendemos a ser. El verdadero valor del conocimiento no reside solo en su mera utilidad. ¿Por qué y para qué se compusieron grandes obras clásicas y se construyeron tantas catedrales tan majestuosas? Esas obras hablaban en términos de belleza y de grandeza. Hubo épocas en la historia de la humanidad en las que no se contemplaba la vida exclusivamente en términos de productividad y de utilidad.

En Conversaciones con mi maestra, Catherine L Ecuyer describe cómo las corrientes educativas que existieron a lo largo de la historia condicionan los métodos que se usan actualmente en las aulas y por qué el principal factor en la elección de un colegio debe ser la filosofía educativo del centro. La educación nunca es neutra.

Fuente: Novedad de ESPASA 2021. Catherine L Ecuyer es canadiense, madre de cuatro hijos, y está radicada en Barcelona. Sus libros sobre educación se re editan continuamente en España: “Educar en la realidad” va por la 10ª edición, y “Educar el asombro” publicado en ocho idiomas, lleva ya 30 ediciones. Su blog recibe más de un millón y medio de visitas.

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