Sendas y luces para el camino del Pacto Educativo

“El papa Francisco no plantea propuestas o acciones concretas, pero sí encendió la chispa: ¿cómo conseguir esa escuela que forma personas de manera integral; comprometida con la creación de un mundo mejor?” Propuestas de la educadora Belén Blanco, responsable pedagógica de los colegios marianistas de España y Brasil, “para asentar – según dijo – el pacto educativo sobre roca”.

Se trata de “elementos que tienen que estar antes de ponernos a hacer cosas y evitar el activismo” señaló Belén Blanco en las últimas Jornadas de Pastoral Educativa que organizó la Confederación Interamericana de Educación Católica.  Entonces afirmó que “lo que hay que tener en claro es qué pactar para ser capaces de transformar la educación con el fin de contribuir a aquello que el Papa nos pide: un humanismo solidario tan necesario para el mundo de hoy”, dijo.

La referente que conoce la realidad de Europa y de América Latina por su tarea en la red de escuelas marianistas, compartió con educadores de ambos lados del océano, cuatro puntos:

En todo mirar al fin. Hay que evitar que se haga realidad lo que decía San Gregorio Magno “…es estúpido el caminante que mirando la campiña se olvida de su meta…”. Corremos el riesgo de que nos pasen cosas parecidas, tenemos una meta, pero también contamos con varias campiñas: la rapidación, el deseo de tener escuelas de éxito, la mercantilización e instrumentalización de la educación, el poder del individualismo y la cultura del descarte, la inacción, o la egolatría, el anteponer la instrucción antes que la educación, la presión que ejercen las familias sobre nuestras escuelas, la dictadura de los resultados y del academicismo. Entonces, a lo que quiero invitar es a mirar el fin, como nos diría San Ignacio, discernir a dónde vamos y a qué.

Comparto una pregunta para hacernos en nuestras comunidades educativas que plantea el libro “Escuelas que futurean”, del autor español, José Laguna: ¿qué perdería el mundo sin la presencia de la escuela católica?

De manera breve me gustaría compartir una respuesta corta, pero significativa. Sin la presencia de la escuela católica el mundo perdería personas formadas de manera integral, llamadas al compromiso con la realidad, conscientes de las dificilísimas circunstancias que estamos viviendo en tantos lugares.

Entonces; ¿cuál sería el primer paso necesario para implementar el Pacto Educativo Global?

El gran desafío es llevarlo a la escuela con realismo, con propuestas concretas y transformadoras, evitando que esta oportunidad se quede solamente en buenas intenciones y palabras. Desde nuestra vocación cristiana ésta es nuestra responsabilidad.

En resumen, la primera sugerencia sería introducir tiempos y espacios para la reflexión sobre la finalidad de la escuela y poder pactar el qué, aunque parezca que lo tengamos claro. Esto hará viable la implementación de cómo.

Lo siguiente es invitarlos a pensar en el año 2040. En un alumno/a joven que ha sido educado en una escuela católica desde 2022, cuando tenía tres años, y prácticamente iniciaba su vida educativa ¿qué experiencias habrá vivido para alcanzar el humanismo solidario del que tanto se habla?

Hago alusión a los rasgos de una escuela así.

• Un alumno que vive experiencias de aprendizaje integral, es decir, que contribuyeron al desarrollo todas las dimensiones de su persona. Rafael Diaz Salazar, sociólogo y educador, habla de la formación de la mentalidad, los sentimientos, deseos y compromisos del ser humano del mismo modo que lo expresa el Papa Francisco. Personas que son: cerebro, corazón, manos y pies. Y lo más importante es que la armonía de su personalidad depende de que sepamos desarrollar con la misma intensidad esas cuatro partes del ser.
• Este alumno/a puede vivir experiencias de aprendizaje a través de realidades educativas que se desarrollan en tres ámbitos: curricular – extra curricular – pastoral.
• En el ámbito curricular, se habría encontrado con un currículo armónico que respondía a sus necesidades, sin renunciar al valor del conocimiento, pero en el que se había integrado el contenido socio emocional, la capacidad de reflexión y de la transformación del propio entorno. Un currículo práctico que le enseñó a cultivar la inteligencia emocional, la espiritual y social, desarrollando valores como ciudadano global.
• Un currículo interdisciplinar que además permite al alumno que en función de sus fortalezas pueda escoger sus itinerarios de aprendizajes. Una escuela con metodologías activas, holísticas, individualizadas y cooperativas a través de las cuales aprendieron el valor del trabajo colaborativo, significativo, y experiencial. Una metodología que le permita desarrollar la capacidad de comunicación, que promueve la experiencia de aprendizaje y servicio, que a través de ella pudo descubrir los valores del evangelio y abrirse a Dios. Una escuela al servicio de la humanización, y donde se cultivaba la dimensión artística, donde los espacios eran amables y seguros. Una escuela con alumnos muy diferentes y todos conseguían aprender y desarrollar sus capacidades. Con un sistema de evaluación que no se basaba en calificaciones, sino en una valoración cualitativa que partía de las fortalezas de sus alumnos.
• Una escuela que participó en actividades extracurriculares que le ayudaron a descubrir su identidad. Y la pastoral se centraba en el acompañamiento, el cultivo de la interioridad y la espiritualidad. Que ayudó a vincularse con la realidad porque estaba en la escucha de los jóvenes y se desarrollaba en su mundo y sus lenguajes.
• Una escuela con un clima de relaciones personalizadoras, fraterna, de respeto, donde se da mucha importancia a los cuatro tipos de relaciones que existen en una escuela: profesor con el alumno, el alumno con el alumno, educadores entre sí, y de la escuela con la familia. Es una relación que lleva a afirmar esta escuela es mi casa.
• No es auto referencial, sino abierta, en aprendizaje permanente, porque desarrollaba propuestas educativas en red, con alumnos que participaban en competiciones, ligas de debate, de la ciudad y en contacto con las parroquias de las diócesis.

Al estar abierta a la sociedad, también la gente del barrio formaba parte de la escuela, acudía a la biblioteca, y participaban en propuestas de emprendimiento social.