Anna Frigerio, directora del Instituto Sacro Cuore de Milán, una escuela italiana con más de 1200 alumnos y cien profesores, habla de esta apuesta educativa. Después de tantos meses se multiplicaron las llamadas, para que, en medio de directivas, planes logísticos, y esfuerzos didácticos, las instituciones de su país puedan regresar a las clases presenciales. Diálogo sobre la enseñanza que nos espera.
La docente lleva siete años dirigiendo “los liceos clásico y científico” en la Fundación Sacro Cuore de Milán. Es coordinadora didáctica de todos los niveles. Durante mucho tiempo dio clases en colegios públicos, donde le encantaba provocar a sus alumnos, ella les decía sin demasiados rodeos: “todo lo que están estudiando lo olvidarán, los capítulos de la “Divina Comedia”, las guerras persas, los teoremas…pero ¿qué quedará para siempre? La pregunta adquiere hoy un nuevo significado porque las escuelas reabren sus puertas y como directora se enfrenta a un asiduo trabajo de reflexión y confrontación con todos los profesores. “No se trata de hacer un balance de la tempestad, sino de plantear qué aprendimos, y si lo que hemos aprendido nos abre a otra cosa: nos permite iluminar lo ordinario y movernos hacia algo nuevo”.
¿Se vuelve al pasado o se va hacia adelante? Interrogaba la periodista que la entrevistó.
“Vamos hacia adelante – contestó Anna Frigerio – prestando atención a dos posibles riesgos. Por un lado, considerar la experiencia de estos meses como una reacción a la emergencia, para que, cuando pase, volver a clase “de verdad”. Y, por otro lado, poner demasiado énfasis en la educación a distancia. La educación siempre es presencial, sea cual sea la forma. La cuestión es lo que hay en juego ante esa presencia. ¿En qué consiste la relación con los alumnos? ¿En tenerlos cerca? ¿Cuál es el valor del otro? Claramente, la pantalla de un ordenador no te ofrece la delicadeza de una relación, pero las clases “en vivo” tampoco garantizan que se pueda captar el valor que tiene el otro. Todo depende de la postura que adoptes, custodiar las implicaciones más profundas que tiene una relación de verdad”.
La educación siempre es presencial, sea cual sea la forma. La cuestión es lo que hay en juego ante esa presencia. ¿En qué consiste la relación con los alumnos? ¿En tenerlos cerca?
Habla usted de custodiar. ¿cómo se hace eso?
Custodiar, atesorar, exige una postura humana abierta.
¿En qué sentido?
Esta época plantea muchas preguntas, pone en discusión esquemas establecidos. Por ejemplo, hay alumnos que en el aula estaban en retirada, o más ausentes, mientras que en las clases en línea quedaron más expuestos. No me cabe duda que se aprende juntos, pero hemos visto que la relación de tú a tú es esencial.
Todos podemos reflexionar sobre lo que es “esencial”, pero ¿de qué estamos hablando?
Para mí, esencial es lo que puede indicar un camino. Lo que nos hace entender cómo seguir adelante. No se trata de un acto de voluntad, estoy en clase y digo: “presente”. Es un trabajo sobre uno mismo en relación continua con el otro, con el alumno y con los compañeros. Por ejemplo: en la pandemia hemos apostado muchísimos por los jóvenes. No porque hayamos pensado “ahora vamos a darles confianza”. Es que nos hemos visto obligados a dársela. Y para seguir adelante ellos tenían que desarrollar personalmente parte del trabajo. El alumno preparaba los contenidos y mediante una plataforma se los mandaba al profesor. Así se ha profundizado la naturaleza de una clase como diálogo. Y ofreciendo guías de trabajo no solo se ha favorecido la autonomía, sino que también han nacido relaciones preciosas. Esto me impresionó.
¿Por qué?
El cierre inesperado de los colegios sacó a la luz el tema de la libertad. A lo largo de estos meses la historia de cada niño o de cada joven ha sido diferente, y la diversidad dependía de cómo se ayudaba e invitaba a cada alumno a usar su libertad. A algunos les fue muy bien, otros, se han retirado. Pero, lo sorprendente es que los jóvenes que aceptaron el desafío de ser más autónomos son los que más buscaron la relación con los profesores. Esto es valiosísimo. Hizo falta dar confianza a los chicos, y lo mismo ha pasado con los contenidos.
¿Dar confianza a los contenidos?
Si, me refiero a la selección de temas, autores y textos que tienen la capacidad de sacar a la luz a la persona, al sujeto. El sujeto no lo “crea” la escuela: está ahí y emerge. Esto significa poner en el centro el valor formativo de los contenidos. ¿qué contenidos desafían a los alumnos para que busquen? Dentro de cada disciplina, ¿cuáles son más capaces de indicar un camino en busca del significado? No se trata de hacer una lista de lo que es imprescindible saber. Para un profesor, significa hacer un trabajo extraordinario y ser audaz al hacer la selección.
¿Qué les guía en este trabajo?
La educación a distancia ha sido una prueba de estrés muy potente. Diría que ha sacado a relucir una capacidad de trabajo, iniciativa, creatividad que es fruto de una historia.
¿Se refiere a la tradición de la escuela?
El colegio Sacro Cuore nace de la pasión educativa del sacerdote Luigi Giussani, y el trabajo que se hace aquí es para comprender existencialmente un origen. Una reflexión continua sobre la naturaleza de la razón, qué es, y qué significa educar ejerciéndola de manera que englobe todo lo humano, que permita plantear preguntas a la realidad, no quedarse en la duda sino apostar por una hipótesis segura, con una apertura sincera hacia las cosas. La insistencia en la razón está en el origen de esta escuela. Esto se ve en el terreno, dando clase.
El confinamiento ha exaltado la corresponsabilidad. Es crucial “mirar juntos” con los alumnos y que el itinerario cultural sea concertado, que se comenten las materias, no solo las de tu propia área. Siempre miramos con sospecha la organización, con temor a que todo pueda volverse más rígido. Pero una estructura puede expresar una amplitud de miras, si uno estrecha lazos con lo que brota de la vida, la historia, lo que ha pasado. Siendo flexibles. Tratando de mantener el realismo que nos ha guiado también en estos meses.
En estos meses la educación también ha estado muy presente en los medios de comunicación en el debate público, se reafirma en todas partes su prioridad para toda la sociedad…
Es que dando clases puedes hacer crecer a los jóvenes con una apertura. Me sorprende verlos con ganas de llegar al mundo. Creo que la aportación más decisiva para un país es sacar adelante gente deseosa de aprender, de abrirse al mundo, capaz de desarrollar nuevas perspectivas y arriesgar. Que no tenga miedo a la novedad de un mundo que cambia continuamente. En pocas palabras, jóvenes no ideologizados. Ahí se juega el futuro de un país. Se juega todo.
Decía que el desafío consiste en no quedarse en la duda, sino en apostar por una hipótesis segura. ¿Cuál?
Fiarse de la propia humanidad. El resultado más conmovedor de la educación es que un chico pueda medirse con toda su humanidad. Entre los jóvenes hay un riesgo enorme de querer ser teledirigidos: “dime que quieres y yo lo hago”. ¿Cuál es el antídoto? Ser uno mismo hasta el fondo. La humanidad requiere un trabajo: acontece continuamente en la persona. La educación debe incrementar esto, respetando los momentos del joven para que no se convierta en ideología. Realmente hay muchas cosas dentro del momento histórico que estamos viviendo… pero todas se reconducen a la cuestión de la humanidad. Tal vez es porque estamos un poco aplanados a la hora de percibir lo que somos.
Fuente: Reportaje de Alessandra Stoppa. Revista Huellas – Movimiento Comunión y Liberación.
