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Novedades

El cuidado de la Casa común

“A pesar de los problemas que tenemos en nuestros países, hay que darles la capacidad de apoyarse en la fe, y en la conciencia de que el futuro depende de lo que hagamos” expresó Augusta Muthigani, una educadora africana elegida como nueva presidenta de la Organización Internacional de las Escuelas Católicas (OIEC). Presidió el encuentro que tuvo lugar en junio, basado en la encíclica Laudato Sí, y en el que el Papa Francisco quiso tomar parte, para plantear, ante todo, el desafío del “el humanismo solidario para construir la civilización del amor”.

Muchos fueron los temas que se debatieron en este escenario mundial: cómo promover una cultura de diálogo y paz, cómo fomentar la identidad cristiana de las escuelas católicas, cómo garantizar que sean inclusivas, o ambientes que protejan a los niños de todas las formas de abuso. Esta agenda alcanzó también a la capacitación de directores y profesores sobre las realidades del presente, y cómo ayudarlos a educar hacia la sostenibilidad.

Según Augusta Muthigani, nueva presidenta de la OIEC “La educación católica ¿puede salvar al mundo? Sí, si tenemos fe. Si creemos en Cristo y sus promesas. También, si tenemos amor”.  Ella viajo desde África, donde coordina las actividades educativas de todas las diócesis en Kenia, y cuando escucha y mira los problemas que se presentan en las diferentes naciones, señala que el porvenir humanidad: “dependerá de que seamos capaces de dar razones para vivir y esperar”.

Ser protagonistas de la historia

 

“Es la decisión que debemos tomar”, comparte María Inés Rubí, vice presidenta del CONSUDEC, que viajó con la delegación argentina. Ella retoma algunas consideraciones sobre este gran evento, que plantea algunas preocupaciones, y desafíos, sobre todo, porque “la realidad que tenemos en las escuelas puede atemorizarnos y muchas veces nos refugiamos en el ‹‹no estoy preparado›› antes de enfrentarlas”, dijo.

¿Cuáles son las principales cuestiones que hoy asaltan en las escuelas?

  1. La pobreza. No sólo material. Hay pobreza de humanidad, soledad de los adolescentes, la droga, el alcohol, el destrato/maltrato entre ellos; la desvalorización de la vida, propia y ajena; el desinterés, la promiscuidad.
  2. La interculturalidad y la inter religiosidad: las facilidades en los desplazamientos y diversas situaciones de guerra, amenaza, hacen que las poblaciones migren.
  3. La inclusión; el desafío de trabajar con aquellos que tienen alguna discapacidad. Pero no sólo con ellos, porque necesidades educativas especiales tenemos todos, y todos, debemos ser incluidos en las aulas.
  4. La innovación: se hace patente en los últimos tiempos que venimos dando clases del mismo modo como las hemos recibido nosotros. Sin tomar en cuenta las diferencias que existen entre generaciones y las posibilidades que brinda la tecnología.
  5. La pastoral: los debates del año pasado han puesto en evidencia la confusión existente entre nosotros y cómo esa confusión ha sido el campo propicio para que se infiltren ideas ajenas y contrarias al cuidado de toda vida.
  6. El cuidado de la casa común, la creatividad, la robótica, y la defensa de la igualdad de la mujer.

Ante este panorama, el camino es aceptarnos vulnerables y falibles. Y si bien en la vida no hay ensayo, sí hay corrección o posibilidad de hacerlo.

Educación al Humanismo en la fraternidad

 

A través de una videoconferencia el Papa Francisco señaló los siguientes temas:

No a la cultura de la indiferencia

No se trata de un reto fácil, y ciertamente no puede abordarse por sí solo, de forma aislada.  El compartir es una experiencia muy importante para realizar un trabajo de discernimiento, ante las oportunidades y dificultades, y para renovar vuestra «apuesta educativa», a partir también de los grandes testimonios de las Santas y Santos educadores, cuyo ejemplo es un faro que puede iluminar vuestro servicio.

El individualismo y el consumismo generan una competencia que degrada la cooperación, oscurece los valores comunes y socava la raíz de las normas más básicas de la coexistencia.

Una de las principales dificultades que la educación encuentra hoy en día es la tendencia generalizada a deconstruir el humanismo. El individualismo y el consumismo generan una competencia que degrada la cooperación, oscurece los valores comunes y socava la raíz de las normas más básicas de la coexistencia. La cultura de la indiferencia, que envuelve las relaciones entre individuos y pueblos, así como el cuidado de la casa común, también corroe el sentido del humanismo.

Horizontes abiertos a la trascendencia

Para afrontar esta deconstrucción necesitamos la sinergia de las diferentes realidades educativas. La primera es la familia, como lugar donde se aprende a salir de sí mismo y «a ponerse delante del otro, a escuchar, a compartir, a soportar, a respetar, a ayudar, a vivir juntos» (Exhortación apostólica postsin. Amoris laetitia, 276). En este proceso de crecimiento de la humanidad, todos los educadores están llamados a colaborar, tanto con su profesionalidad como con el testimonio coherente de su vida (…) De manera especial, las instituciones educativas católicas tienen la misión de ofrecer horizontes abiertos a la trascendencia, porque la educación católica «marca la diferencia» al cultivar valores espirituales en los jóvenes.

Reconstruir el humanismo significa también orientar el trabajo educativo hacia las periferias, las periferias sociales y existenciales. A través del servicio, las reuniones y acogida, se ofrecen oportunidades a los más débiles y vulnerables. De esta manera, crecemos juntos y maduramos al entender las necesidades de los demás. Y la comunidad educativa, a través del paciente trabajo diario, genera una amplia inclusión que va más allá de los muros de la escuela y se extiende con su poder transformador a toda la sociedad.

No educar en la «dictadura de los resultados»

Otro peligro que amenaza la delicada tarea de la educación es la dictadura de los resultados. La cual considera a la persona como un objeto «laboratorio» y no tiene interés en su crecimiento integral. También ignora sus dificultades, sus errores, sus miedos, sus sueños, su libertad. Este enfoque -dirigido por la lógica de la producción y el consumo- pone el énfasis principalmente en la economía y parece equiparar artificialmente a los hombres con las máquinas.

Para superar este obstáculo es necesario poner a toda la persona en el centro de la acción educativa. Para ello, el educador debe ser competente, cualificado y, al mismo tiempo, rico en humanidad, capaz de estar con los alumnos para promover su crecimiento humano y espiritual. Para estos aspectos es necesaria una formación permanente, que ayude a los profesores y líderes a mantener su profesionalidad y, al mismo tiempo, a cuidar su fe y su motivación espiritual.

Proteger nuestro «hogar común»

Hoy en día, la educación también debe enfrentarse al obstáculo de la llamada «rapidación», que encarcela la existencia en el vórtice de la velocidad, cambiando constantemente los puntos de referencia. En este contexto, la propia identidad pierde consistencia y la estructura psicológica se desintegra ante una transformación incesante que «contrasta con la lentitud natural de la evolución biológica».

El caos de la velocidad debe ser respondido devolviendo al tiempo su factor principal, especialmente en la edad evolutiva desde la infancia hasta la adolescencia. De hecho, la persona necesita su propio camino temporal para aprender, consolidar y transformar el conocimiento. Encontrar tiempo también significa apreciar el silencio y detenerse a contemplar la belleza de la creación, encontrar inspiración para proteger nuestro «hogar común» y activar iniciativas destinadas a proponer nuevos estilos de vida con respecto a las generaciones futuras. ¡Es un acto de responsabilidad para nuestra posteridad, que no podemos desinteresarnos!

Reavivar el impulso de la educación católica

Vuestro encuentro en estos días es una gran oportunidad para reavivar el impulso de la educación católica (…) con la alegría de hacer y la paciencia de escuchar. ¡No perdamos la confianza! (…) Trabajemos para liberar la educación de un horizonte relativista y abrirla a la formación integral de todos y cada uno.

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